Santiago de Cuba, cuna y pan
Los quinientos años de Santiago de Cuba son ya un trascendente hecho histórico y cultural, como los éxitos de convocatoria de la Fiesta del Fuego en sus treinta y cinco ediciones, esta vez dedicada a Las Bahamas, y la creación aquí de una Red de Carnavales del Caribe, con representación de más de una decena de países.
El Grupo Excelencias se propuso informar al mundo sobre el acontecimiento, y nuestros treinta y nueve medios de comunicación, editados en seis idiomas, han publicado alrededor de mil cuatrocientos materiales periodísticos, más de tres mil setecientas fotografías y más de ochocientas veinte publicaciones digitales e impresas que han tenido más de 26 076 000 lecturas, en 160 países, como parte del proyecto del Grupo Excelencias que denominamos Santiago 365, además de la realización de un seminario internacional de gastronomía, un número monográfico y una multimedia testigo dedicados al quinto centenario de la fundación.
La edición 25 de Arte por Excelencias es, por tanto, parte de nuestra celebración, dando voz a la declaratoria como Monumento Nacional del primer parque subactuático de la Isla, en la bahía de Santiago de Cuba, y al reconocimiento al carnaval santiaguero como patrimonio de la nación.
Mas hay un suceso, muy significativo por su resultante ética y humana, a 117 años de que el almirante Cervera exhortara a sus marinos a vestir el uniforme de gala la noche del 3 de julio, antes de enfrentarse a los poderosos acorazados yanquis: la develación de una placa a doce metros de profundidad y junto a la de Monumento Nacional, justo en la cubierta del pecio del acorazado Almirante Oquendo en la playa Siboney, para honrar la memoria de los trescientos españoles caídos en la batalla naval, a quienes se les dedicó una ofrenda de laureles bajo el espejo de agua.
Como testigo de ocasión, hay una imagen que llevaré conmigo para siempre: cuando el Doctor Ángel Luis Cervera se abraza llorando al monolito, a pesar de estar en plena inmersión, y con la amenaza de quedarse sin aire en los pulmones. Habíamos bajado para besar la placa, todos junto a buzos especialistas, pero él gastó más de medio botellón de oxígeno en rendir su tributo personal al bisabuelo que ha defendido con pasión: porque no hubo rendición, sino combate desigual, cuando las naves de la armada española, bajo el mando del vicealmirante Pascual Cervera y Topete, salieron disparando sus cañones, por la acosada entrada de la bahía, con tal de cumplir con honor y valentía la orden recibida desde España.
Que en el castillo San Pedro de la Roca, Patrimonio Mundial de la Humanidad, se rindiera guardia de honor ante las dos tarjas, develadas por Francisco Montalván Carrasco, embajador de España, y Julián González, ministro de Cultura de Cuba; que el Ayuntamiento de la Ciudad Héroe haya nombrado visitantes distinguidos al Doctor Ángel Luis Cervera y a Pascual Cervera, presidente de la Fundación Cervera; que en el Salón de los Vitrales de la Plaza de Revolución Antonio Maceo hayan expuesto sus investigaciones el contralmirante Pedro García Paredes y el capitán de corbeta Juan Estigas sobre una batalla naval que marcó el fin de un imperio y el nacimiento de otro, y que antecedió al reconocimiento de Cuba como Estado —aunque fuera entonces neocolonia, con base naval norteamericana en Caimanera—, todo ello dice mucho de los tiempos actuales.
Ha sido otro acto de justicia histórica. Un hermoso reconocimiento a la hermandad que nos une, y una gran visión de futuro de las autoridades cubanas, porque el rescate y sostenimiento de este patrimonio será otro de los atractivos tesoros culturales para el desarrollo local y el fomento de un turismo que crece ya a ritmos vertiginosos en los primeros seis meses del 2015.
Eternas gracias, Santiago, cuna y pan, cinco siglos en el corazón del mundo.